Una nueva vida en medio del caos: las experiencias de matrones y madres durante el 27/F
- Miércoles 26 de febrero de 2020
- 15:22 hrs
- Autor: Camila Barrueto Prieto.
Si bien vidas e infraestructura se perdieron esa noche, durante ese caótico momento también hubo nacimientos, y tanto para madres, como para matrones la experiencia marcó un antes y un después en sus vidas.
Cuando el reloj marcaba las 3:34 de la madrugada del 27 de febrero del año 2010, miles de personas se preguntaron qué estaba pasando con el suelo que pisaban. Un violento movimiento sacudió sus casas, pero también sus lugares de trabajo.
Así fue el caso de los funcionarios del Hospital de Talca y específicamente los del área de maternidad quienes vivieron una disonancia, ya que, mientras ayudaban a muchas mujeres a traer una vida, al mismo tiempo, cientos de personas perdían la suya.
Todo se apagó pero había que continuar
Eran las 3:30 de esa noche y Marisol Contreras, matrona en el Hospital de Talca, estaba a cargo del área de recién nacidos, acababa de dar de alta a la única guagua que se encontraba en el lugar y que luego fue trasladada donde otra funcionaria. En ese momento, se quedó totalmente sola y de pronto comenzó lo que sería uno de los sismos más grandes en la historia de Chile.
“Para mí solo parecía que se acababa el mundo. Se apagaron todas las luces, era una cueva de lobos, me apuré en salir del lugar como pude. Lo único que se escuchaba era un ruido interminable. Yo creo que alcancé a hacer de todo, rezar, pedir perdón, y a preguntar a la nada qué era lo que pasaba…”, contó Marisol.
En ese momento había tres pacientes en pre-parto, dos con trabajo de parto y la otra con observación de metrorragia, por lo que se dirigió a donde estaban sus compañeras. Mientras caminaba, comenzó a detenerse el movimiento y escuchó gritos.
Cuando por fin vio a sus pares, entrecruzó miradas y observaron todo el desastre que había quedado. “Algunos techos se habían caído, el polvo, los escombros y todos nuestros materiales estaban por todas partes. Teníamos unos galones de óxido nitroso inmensos en las salas por lo que pronto comenzamos una migración de las pacientes hacia el exterior”, detalló.
Trabajos de parto en medio del caos
En el lugar estaba el matrón Carlos Salazar, quien trabajaba en urgencias a lado de la sala de alto riesgo, hacía solo dos años que había llegado a trabajar en el Hospital de Talca, pero formó un gran equipo con Marisol. Cuando se vieron sabían lo que tenían que hacer, algunas pacientes estaban en trabajo de parto y necesitaban de su ayuda.
Una vez afuera, “con Carlos subimos hasta el tercer piso como 10 veces buscando instrumental y material para asistir a las mujeres. No nos miramos, ni nos pusimos de acuerdo en nada, pero bajamos todo lo necesario para atender un parto, lo hacíamos de forma mecánica”, dijo la matrona.
Carlos contó que, en esos trayectos, veía tubos de oxigeno gigantes y carros que estaban tirados por las escaleras, por lo que se les hacía muy difícil subir. “Parece que justo cuando lográbamos llegar arriba, comenzaba otra réplica y eso nos daba terror”.
Ambos profesionales recuerdan lo mucho que ayudaron las parejas y familiares que estaban esperando a las pacientes. Pasadas las cinco de la mañana, en medio del patio una mamá ya iba a tener su bebé, entonces algunos funcionarios junto con esas casi 20 personas, hicieron una cadena humana sosteniendo ropas y dando la espalda a la paciente para que diera a luz con un poco más de privacidad. Fue entonces que nació el primer niño luego del gran movimiento telúrico.
“Nunca voy a olvidar cómo estaba la luna esa noche. Era una cosa maravillosa, parecía que se burlaba de nosotros. Era contradictorio ver tanta calamidad y que la luna estuviera tan brillante”, expresó entre risas nerviosas Contreras.
Si bien durante esa noche se vio mucha solidaridad, también hubo quienes se aprovecharon del momento. Marisol contó que “de la nada apareció gente que gritaba ¡Réplica! Entonces salíamos rápidamente y ellos robaba. Se llevaron instrumental, y bolsos con las cosas personales de los pacientes, fue muy triste. Uno con el apuro, no los alcanzaba a identificar”, comentó.
Trabajar con un nudo en la garganta
Si bien se encontraban con el corazón puesto en su trabajo, estaban también muy preocupados por sus familias. Carlos es oriundo de Constitución, uno de los lugares más afectados con el terremoto. “Estuve dos días sin saber de mis seres queridos porque no había comunicación, y tampoco transporte, entonces no podía viajar. Pero finalmente logré ir a verlos, estaban todos bien, pero mi casa se la había llevado el tsunami”, confesó.
Marisol en tanto, tenía a su familia en la ciudad, pero confesó que se le caían las lágrimas mientras trabajaba. Afortunadamente, media hora después de que pasó el terremoto llegaron sus hijas y marido a verla y a decirle que estaban todos bien. “¡Cuando los vi sentí que volví a ser mamá, mi hija chica me gritó: ‘mami mami mami’!, y fue la inyección que necesitaba para seguir cumpliendo con mi labor”, contó emocionada.
Los casos que marcaron la jornada
Las pacientes, por otro lado, solo querían irse a sus casas. A las 7 de la mañana hubo otro parto, pero fue atendido en la morgue, ya que en ese momento era el recinto que en mejores condiciones estaba. En esa oportunidad, sí pudo estar presente el padre del bebé. Marisol recuerda que lo que más tenía presente eran los brazaletes, dijo que debía estar muy atenta a eso para no confundirse en medio del caos.
Los matrones recordaron que el día antes había llegado una paciente diabética inestable, y que cuando ocurrió toda la tragedia ella estaba a la intemperie con su guagua y lo único que quería era irse.
Otro trabajo que Marisol hizo con Carlos fue retirar las colaciones, “en medio del desorden gritábamos, ¿Quién es diabética?, y les dábamos sus colaciones para que no se descompensan”, rio Marisol.
Hubo un episodio que invadió de tristeza el área de maternidad y que marcó a todos los profesionales presentes durante esa jornada. En medio de todas las mujeres que estaban en el patio, había una que estaba mal. “Había una paciente ginecológica esa noche, y estaba muy complicada y casi paralelo al parto esa señora falleció de un infarto”, contó cabizbaja Contreras.
La experiencia de ser madre en medio de ruinas
A sus 18 años, July Vásquez se enteró de que sería madre por primera vez. Sus médicos le dijeron que tenía fecha programada para el 28 de febrero, por lo que cuando comenzó el terremoto solo pensó ¡Qué mala suerte!, pues estaba a solo horas de dar a la luz .
“Yo vivía en la José Miguel Carrera en una casa de madera, con mi pareja estábamos viendo el Festival de Viña y nos comenzamos a quedar dormidos cuando de pronto comenzó el terremoto. No me moví de la cama, no tuve miedo tampoco, hasta que salí a la calle…”, dijo.
Cuando caminó hacia afuera vio gente correr, gritar y la piscina que estaba llena de agua en la casa de enfrente, ya casi no tenía. Contó que sintió temor cuando escuchó la radio y hablaban sobre un tsunami y muertes de personas. Con ese miedo se comenzó a sentir mal y su papá junto con su pareja la llevaron al hospital.
“Se me adelantaron los síntomas de trabajo de parto y llegué a las seis de la tarde del 27 al hospital. Cuando estaba ahí, vi a toda la gente vuelta loca, había varios heridos, me hicieron entrar a una sala grande donde había muchas mujeres en mi misma situación. Me dijeron que tenía que quedarme allá, eso me dio mucho miedo y ahí me comenzaron las contracciones”, recordó.
Una sala de maternidad colapsada
July, vio a todas las funcionarias organizadas, sabían lo que tenían que hacer, pero algunas tenían cara de estar estresadas o cansadas. En su sala había cinco mujeres en sus respectivas camillas y enfrente había dos mamás más dando a luz.
“Estaban tapadas por una especie de cortina blanca, pero nosotras escuchábamos todo el procedimiento. Encima de mí había un foco que se movía con cada replica, yo tenía terror de que fuera a caer”, expresó con cara de susto.
Finalmente, tuvo a su hijo Jhon y dijo que lo único que le preocupaba era no perderlo de vista. “En medio del caos las funcionarias caminaban con él en brazos y tenía miedo de que se fuera a perder o algo por el estilo, por eso el padrino de él siguió a las matronas a todas partes donde lo llevaban”.
Estuvo en el hospital menos de un día, pero justo cuando intentaba cambiarse de sala vino una réplica fuerte, entonces caminó muy rápido y se le abrieron algunos puntos. “Cuando pude evacuar del lugar estábamos todos en el patio y había gente herida sobre el pasto húmedo y yo no quería estar ahí entonces firmé un documento que decía que era mi responsabilidad irme a la casa y me fui”.
Su hijo Jhon, este sábado cumplirá 10 años, dice que se siente especial de haber nacido en un día que pocos olvidarán. Estudia en el colegio Juan Luis Sanfuentes y pasará a quinto básico.
Al ser consultado sobre su rendimiento escolar, respondió “más o menos no más” mirando a su mamá quien, mientras amamantaba a su otra hija Emily de 1 año, movía la cabeza en forma de desaprobación pero con una risa leve. “Es muy desordenado, igual que un terremoto”, dijo.
Pánico colectivo en el área de maternidad
Luego de estar en esas condiciones, el área de maternidad trabajó durante seis años en instalaciones del recinto CDT. Los profesionales señalaron que retrocedieron porque eran los primeros en dar atenciones de forma personalizada, y que después del terremoto tuvieron que volver a dar atenciones a varias mujeres a la vez.
Durante ese tiempo el ambiente se tornó un poco hostil, no se generaba el acompañamiento con las parejas porque no se podía haber gran flujo de personas, por temas de transmisión de infecciones y también por la privacidad de las otras pacientes.
Los siguientes meses, el ambiente fue invadido por la psicosis. Cualquier movimiento que los funcionarios sentían, corrían. Otros que estaban más calmados, prestaban mayor contención a los pacientes. Finalmente, la matrona Marisol concluyó diciendo: “Fuimos llamados héroes, pero no, solo estábamos de turno, cumplimos con nuestro deber”.
Un nuevo hospital
Si bien en aquel entonces las condiciones de infraestructura no soportaron la catástrofe, hoy el Hospital de Talca cuenta con los más altos estándares. El edificio es uno de los más modernos, fue construido en base a tecnología antisísmica, los protocolos de emergencia han sido estrictamente estudiados, y en el caso de maternidad, hay cerca 200 profesionales atendiendo a las mujeres maulinas.
Marisol y Carlos son parte de ese equipo, son los únicos matrones que vivieron esa noche de terror y que aún siguen trabajando en el hospital. Desde entonces, entre ellos existe una complicidad y lealtad que se ha prolongado hasta estos días y que ha generado que cada vez que atienden a una nueva paciente quede en manifiesto que lo que importan son las cosas simples de la vida.